martes, 30 de septiembre de 2008

Intoxicación informativa: alter vs. anti

"Por su mismo exceso, la "sobreinformación", se vuelve desinformación y se combina con la publicidad comercial y política para hacerse deformación, propaganda y manipulación. Es una verdadera empresa de intoxicación" (Serge Latouche, 2007).

Cada jornada nos zambullimos en este universo de la abundancia de palabras que es la red de redes, una expresión virtual/digital de la infinita información que nos asedia diariamente, estemos dispuestos a aceptarla o seamos absolutamente refractarios a la misma.

Este bombardeo desconsiderado, indiscriminado y sistemático de datos, al ser procesado y asimilado, torna la información en una poderoso arma de doble filo apta para ser manipulada al antojo de cada cual de cara a influir y condicionar a los receptores de dicho mensaje en su propio interés, generalmente económico. Me preocupa y, en cierta medida, me entristece que sean los medios de masas quienes se encarguen de formar la opinión del lego (y no a la inversa: que los periódicos y las radios muestren la voluntad inequívoca del pueblo), sin que éste plantee la menor oposición o apreciación crítica.

Un ejemplo cotidiano de ello son esas noticias que invierten su espacio en explicar profusamente el "qué" y el "cómo", sin preocuparse lo más mínimo por esclarecer el "por qué", la raíz en la que se fundamentan esos hechos, las motivaciones, las causas subyacentes.

Tomo un diario presuntamente de izquierdas y leo lo siguiente: "Detenidos 14 "anti-sistema" por disturbios frente a un hotel". De un modo sutil, el titular etiqueta a los intervinientes en una manifestación como contrarios al sistema sin explicar de qué trata éste o por qué se oponen al mismo, lo que posiciona al lector en su contra antes incluso de haber destripado la noticia.

Me incomoda el término anti-sistema, como a tantos otros opositores al actual estado de las cosas, porque no lo hacemos por despecho o enconamiento, sino por encontrar pertinente un cambio radical, sustancial y profundo hacia un nuevo sistema-matriz, que no es único ni excluyente, en el que predominen otros valores (amor, amistad, integración, solidaridad, apoyo mutuo, intercambio de conocimiento y saber, goce del momento, paz, ocio inmaterial) en detrimento de los que actualmente se potencian (egoísmo, zafiedad, privacidad, exclusividad, violencia, ocio material). Así que preferimos considerarnos "altermundistas" como ponentes de una realidad alternativa válida, que "antisistemas" con sus connotaciones nihilistas y viscerales.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Tras las rejas

Hoy me vais a permitir una licencia tras una semana de silencio. No tengo intención de hablaros sobre las maldades de la economía de mercado (pues hasta Bush nacionaliza últimamente empresas para corregir los "fallos del mercado"), sobre lo absurdo de según que "avances científicos" (¿un acelerador de partículas para analizar el principio del universo?), sobre la obstinación por el crecimiento del sacrosanto PIB o sobre malos hábitos cotidianos que hipotecan nuestro futuro y el presente de muchos. Hoy quiero hablaros de las cárceles.

Y acudo al método habitual para preguntarme dudas tan elementales como ¿qué son las cárceles? ¿qué función desempeñan? ¿por qué se encarcela? ¿a quién se encarcela? ¿cuándo se encarcela? Es decir indago en las célebres W´s que todo periodista modélico debería referenciar en sus escritos.

Si partimos de la base de considerar una cárcel bien como centro de reeducación o reinserción social (su acepción más eufemística), bien como local destinado a la reclusión de presos (la entrada que aporta la Real Academia Española), entonces estaremos reconociendo un error implícito en el sistema: si se educa correctamente, ¿por qué habría que reeduca o reinsertar? Si vivimos en una sociedad libre y democrática, ¿en base a qué se apresa?

En una sociedad regida por una normativa de conducta bastante estricta y encorsetada (¿habéis osado contradecir lo que la educación "institucional" os ha inculcado? Apreciaréis mi afirmación en todo su esplendor), todo aquel que disiente de ésta es susceptible de ser considerado amoral, antisocial o algún calificativo aún peor. En función del grado incumplimiento de dicho códice de actuación, variable según el régimen político y apenas moldeable o adaptable a las coyunturas personales, la persona (¡¡antes que ciudadano o consumidor somos personas!!) es sancionada en mayor o menor medida (desde una reprimenda hasta la privación de su libertad).

En el peor de los supuestos tras infringir el código, os encontraréis recluídos en un centro de internamiento como tantas otras personas en un lapso temporal prefijado y dictado generalmente por un sólo juez "omnisciente". ¿Cuántas de ellas son realmente culpables del delito que se les imputó? ¿Opera la justicia con idéntico rasero para el millonario que puede costearse un bufete de abogados que para quien que proviene del último extracto social y ha de conformarse con el abogado de oficio? ¿A cuántas de ellas creéis que se reeduca o reinserta en la sociedad? ¿Consideráis que el paso por la penitenciaría es inocuo o realmente deja secuelas? Os invito a reflexionar, formulando respuestas sinceras con vosotros mismos y una vez realizado el ejercicio, a proyectarlo en vuestra conducta diaria para reverter la situación.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Expropiar y repartir

Recientemente una acción de Enric Durán, imagino un pseudónimo para ocultarse de las previsibles represalias que se adoptarán por blasfemar del "statu quo", era artífice de la expropiación bancaria de 492.000 euros, una acción destinada a denunciar la situación hegemónica de los bancos, su contribución descarada al colapso ecológico y a socializar los pingües beneficios que estos ingresan diariamente.

El método empleado, el atraco a bancos sea virtualmente o "in situ", recupera la tradición anarquista de personajes como Buenaventura Durruti o el M.I.L. de Salvador Puig Antich, quienes redistribuían lo obtenido en el saqueo entre el proletariado, principales artífices de la producción de riqueza.

No voy a negar que siempre he sido partidario del "efecto Robin Hood" e imagino que quien se considere de izquierdas sentirá una cierta simpatía por el personaje ideado por el difunto Walt Disney. Los bancos, que juegan a especular con las nóminas de los asalariados, invierten en armamento, guerras, esclavos y drogas, contribuyen a promover el egoísmo individual e incentivan el deterioro del entorno, abundando en las situaciones de desigualdad y en el destrozo de ecosistemas; no son la causa, pero si un factor coadyugante del sistema.

De su funcionamiento, apenas nada se conoce, por lo que confío en que el documental que adjunto, que responde al elocuente título de "El dinero es deuda", abra vuestra mente y os posicione frente a una realidad que hasta hace poco ignoraba.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Reflejos desagradables

"De broma, pero en serio, podríamos decir que el capitalismo no se contrapone al comunismo, por extinción de éste, sino que se mira en su propio espejo y constata que la imagen que le devuelve es fea y fuera de control. Durante años, cuando las cosas marchaban bien globalmente, aun con muchos desajustes y desigualdades lacerantes, las miradas en el espejo han sido autocomplacientes. Ahora, que estamos navegando en la incertidumbre o con la certidumbre de que esto va mal, la imagen que se refleja no satisface a nadie."

La cita corresponde a Felipe González Márquez, quien fuera inquilino del Palacio de la Moncloa años a y que por fin ha entrado en razón, tras afirmar temeroso en su momento que "el capitalismo es el sistema menos malo de todos los sistemas". Hasta él, que ya había abandonado su pasado marxista (recordemos que el PSOE recortó el término en su cónclave de 1979) y se había entregado en manos de ese sueño de presunta libertad adquisitiva que prometió la apertura económica de este país, ha terminado por reconocer una evidencia de semejante calibre.

Ahora y como bien observa el ex-presidente español, el capitalismo, como aquella bruja malvada ideada por Disney, se mira en el espejo y éste se asincera con ella y le reconoce que "no eres la más guapa del reino". Desaparecida la bipolaridad que lo oponía al comunismo, la mano invisible del mercado que todo lo regula, la que se supone justa y equitativa, reparte bofetadas y no caricias o recursos como se le suponía.

El sobreconsumo despilfarrador que el mercado comandado por necios economistas neoclásicos nos ha permitido, al no computar el coste real de los productos obviando el valor de la extracción de los recursos y la capacidad de absorción de los desechos por parte del sistema, comienza (o comenzó en su momento) a cobrarse sus primeras víctimas. Y, como de costumbre, los más inocentes pagaron el pato.

El abismo entre los más acaudalados (léase tú y yo), que paradójicamente ya hemos hecho uso de todo cuanto disponíamos y nos precipitamos en caída libre al abismo, y los más empobrecidos, que tienen que hipotecar las riquezas anturales para pagar por una deuda ilegítima (¿quién debe a quién?) es un signo inequívoco de ello. De igual manera que la pérdida de especies, la degradación de espacios o la desaparición de ecosistemas productivos y diversos.

Aún tenemos un cierto margen de rectificación, pero como vengo diciendo: mientras no diagnóstiquemos el problema en nuestra actitud, en nuestros patrones de producción, consumo, distribución y desechado, todo lo demás será en balde.

martes, 16 de septiembre de 2008

Apagón hoy...¿encendido mañana?

Recientemente he recibido una nueva invitación a realizar un apagón de luces mañana, 17 de Septiembre de 21:50 a 22:00, con la finalidad de ahorrar energía y conseguir que el planeta pueda respirar (sic).

Ante esta propuesta de acción colectiva, a la que no puedo negarme puesto que resultaría incoherente con mi posicionamiento personal de austeridad y disminución del consumo, no puedo menos que mostrarme escéptico por diversos motivos.

Siempre he sido más partidario de la coherencia personal rutinaria y no del "actuar honrado en fechas concretas para perseguir la redención colectiva". Así que vengo obrando de idéntico modo sea cual sea la circunstancia o la coyuntura política, social o ambiental. De ahí que desconozca el almanaque que dicta el día del medio ambiente, el día del cooperante, el día de la mujer y tantos otros "días de".

Quiero que quede clara mi postura ante la vida y que según mi parecer de nada sirve que quien mañana apague cicunstancialmente las luces en un atisbo de rectificación (algun sentimiento de culpa sentirá, imagino), siga diariamente empleando su vehículo personal para el más insignificante desplazamiento, continúe duchándose o aún peor bañándose un par de veces al día por el mero placer de hacerlo, acuda regularmente a centros comerciales como hobby para adquirir productos que jamás empleará, enchufe el aparato de aire acondicionado sin rubor con la llegada del más irrisorio rayito de sol, tome regularmente vuelos cuando la distancia es medianamente alejada...

Puede, no lo niego, que con el "gesto" de mañana, al que por supuesto me sumaré en la medida de mis posibilidades, se logre un drástico valle en el consumo de electricidad, lo que indudablemente redundará en el bienestar social y ambiental y sin embargo no solventará la crisis ecológica sin precedentes en la que nos hayamos envueltos mientras no nos preocupemos seriamente por modificar sustancialmente nuestro tren de vida. Esas costumbres que realizadas diariamente suponen una reducción real, significativa y constante (apagar el grifo cuando no se hace uso del mismo, optar por la bicicleta o el transporte público colectivo como modo de transporte, adquirir productos locales respetuosos con los medios de producción y con el entorno...). Lo demás será poner una pica en Flandes o parchear en lugar de plantarse cara a cara ante el problema.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Decrecimiento y simplicidad voluntaria

Tras un trabajo de subtitulación que les ha tomado bastante tiempo, por fin podemos disfrutar y degustar la "versión castellana" del documental francés "Simplicité Volontaire et Décroissance", una labor que merece nuestro más sincero reconocimiento y un agradecido aplauso.

Una vez finalizada esta labor, recomiendo no perder comba del blog inspirador de este www.decrecimiento.blogspot.com que retoma impulso con renovada vitalidad.

viernes, 12 de septiembre de 2008

La paradoja de Jevons (o efecto rebote)

Hoy voy a aprovechar mi blog para explicaros un concepto que, aunque ampliamente manejado por los que abogamos por producir, consumir, distribuir y desechar de un modo más limitado y consciente, es habitualmente ignorado por aquellos adalides de ese oxímoron dulcemente adjetivado que es el desarrollo sostenible.

No niego la mayor: la ciencia ha avanzado una barbaridad en los últimos tiempos, hasta el punto de crearse una dicotomía reduccionista y empobrecedora entre quienes creen a pies juntillas en los progresos y descubrimientos de esta y quienes profesan su fé en algún demiurgo creador, se llame éste como se llame (Allah, Buda, Dios...). Creacionistas vs Darwinistas. Recientemente ha cobrado protagonismo una vez más con el tan cacareado acelerador de partículas, que ha provocado tantas adhesiones como detracciones.

Sea como fuere, la ciencia, la tecnología, ha realizado avances cuantitativos que nos han procurado ventajas notorias en nuestro día a día, que nos han facilitado la vida. Así, por ejemplo, el ascendor permite a quien se encuentra impedido para caminar, acceder a lugares que serían impensables si obviáramos su existencia o internet nos posibilita el acceso a un universo valiosísimo e inabarcable de información con un sólo "click" de ratón.

Sin embargo, el economista William Stanley Jevons observó empíricamente como un descubrimiento fundamental para el actual modelo de desarrollo como la máquina de vapor de James Watt mejoraba cualitativamente la eficiencia con respecto a los modelos primigenios de esta (esto es, que cada máquina empleaba menos carbón para producir una unidad de energía) y, pese a ello, el consumo neto del recurso aumentaba puesto que la cantidad de máquinas fabricadas se incrementaba paulatinamente, lo que le condujo a afirmar que, "a medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, lo más probable es que aumente el consumo de dicho recurso".

Es decir que aunque ahora dispongamos de bombillas de bajo consumo, "eco"vehículos, "stand by" en los televisores o realicemos operaciones con dinero virtual sin movilizar aparentemente los recursos; el consumo neto de estos aumenta puesto que descargamos nuestra responsabilidad en los gadjets y su innata capacidad para consumir menos energía y recursos.

Es decir si, pongamos por caso, un utilitario consume menos petróleo, este hecho nos permite ahorrar en combustible, lo cual repercute en que a la larga nos podamos hacer con aquella motocicleta que tanto anhelábamos, con lo que ahora el gasto es doble: necesitamos alimentar al ciclomotor y al vehículo inicial y para ello cabe emplear bastante más combustible del que hacíamos uso en un principio. A esta contradicción de consumo se le llama la "paradoja de Jevons" o "efecto rebote" y desmonta ese ansia de los desarrollistas (o desarrollo-sostenibilistas) por enarbolar la desmaterialización (la producción sin consumo de materiales) como solución preferente a los conflictos económico-ambientales.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Con actitud de urraca

Dicen de las urracas que son aves astutas, coquetas, con dotes para la comunicación, aunque desagradables en su graznido y que saben valerse por sí mismas, pero también depredadoras, carroñeras, egoístas y con una querencia especial por almacenar excedentes alimenticios y objetos brillantes, por los que sienten una especial predilección, en lugares sólo por ellas conocidos.

Y ciertamente, encuentro un elevado grado de similitud entre la actitud que este ave exhibe y el comportamiento diario de buena parte de los integrantes de nuestra especie.

En un contexto caracterizado por la competitividad de mercados, por la máxima de "más es mejor", por el "ser mejor que el vecino" a cualquier coste (mejor empresario, mejor atleta, con un puesto más relevante en la sociedad, con una novia más hermosa a ojos de los demás, con un sueldo más abultado y un vehículo más aparente...), buena parte de quienes nos rodean invierten un gran parte de su tiempo en parecer jóvenes y saludables, más aún las mujeres, a quien la sociedad en su conjunto somete a extraordinarias presiones. De ahí su coquetería en ningún caso reprochable, habida cuenta de la realidad de apariencias en que nos encontramos embebidos.

No es este hecho el que me quita el sueño, pues al fin y al cabo no participo de este juego inacabable y absurdo todo en uno. Me preocupa más el hecho de que nos obsesionemos con acumular compulsivamente alimentos y objetos. Es precisamente este compulsión enfermiza la que nos distancia de la equidad en el reparto de los recursos y la que abre una brecha con nuestro entorno, ambiental y social.

Parece evidente que cuando yo me hago con un objeto o alimento en propiedad, privo a otro individuo del "privilegio" que supone poseer dicho objeto o alimento. Hasta aquí, imagino que no habrá objeciones. Y que para la producción, por lo general industrializada y no artesanal en la actualidad, de dicho alimento u objeto debe extraerse materia prima sobre la que elaborarlo. Esa materia prima procede del medio y una vez "consumido" el producto, pasará a engrosar el listado de desperdicios. Si el coste económico de dicho producto es bajo, puede deberse a la abundancia de la materia prima o a lo barato de su elaboración.

Y es aquí donde radica un problema fundamental. Si la materia prima es barata, puede deberse a que a) es abundante en el entorno cercano o b) no incorpora los costes de su no-reemplazo en el medio o sus costes reales de extracción y distribución. Lamentablemente, en un entorno tan intervenido como el actual "libre mercado", subvencionado hasta la saciedad, suele producirse esto último, con las inevitables consecuencias que trae aparejada: pobreza, saqueo y agotamiento de recursos...

Si lo que resulta económico desde la perspectiva del productor es la elaboración y no la procedencia de la materia prima, probablemente se deba a que a) la mano de obra es barata y las condiciones de los trabajadores deplorables (inseguridad laboral, explotación, trabajo impagado...) o b) el producto es deficiente en calidad. Si el producto es de calidad, puede deducirse que el perjudicado directo de lo económico del producto es el trabajador.

...por lo que cuando adquieres un producto por el mero hecho de tenerlo en propiedad a pesar de no dotarlo de un uso práctico, contribuyes a empobrecer el medio extrayendo sus recursos y a abundar en las injusticias y desigualdades sociales.

martes, 9 de septiembre de 2008

Con las renovables no basta

Los apóstatas de la religión del crecimiento, los decrecentistas o acrecentistas según Serge Latouche, no somos, al menos en su mayoría, unos utópicos que formulamos teorías sin orden ni concierto (principalmente porque la alternativa al crecimiento de la producción y el consumo no es única, ni excluyente). Al menos no en el sentido de ignorar cual es el momento histórico en que nos encontramos y que se debe exigir a cada cual para poder perpetuar la vida humana (y de otras especies) en la biosfera.

Somos conscientes de que la situación de apogeo comercial desencadenada a raíz de la revolución industrial, con la explotación desmesurada de las energías fósiles de obtención barata (petróleo, gas y carbón), está tocando a su fin, puesto que la carestía creciente de estas nos pone sobreaviso de su próxima esquilmación (la máxima producción anual -el cénit del petróleo o peak oil-, 74,3 millones de barriles de crudo, tuvo lugar en 2005 y desde entonces ha ido paulatinamente decreciendo coincidiendo con el alza en el precio del crudo de los 25 dólares el barril en 2003 hasta los actuales 100).

Por ello, consideramos perentorio que las energías fósiles que restan se empleen en reverter la dinámica petro-dependiente de la economía para poner a operar el sistema bajo un prisma de austeridad, con las energías procedentes de fuentes renovables (el sol, el viento, el agua y los excedentes agrícolas, si los hay), que hoy por hoy también son petro-dependientes ¡¡no lo olvidemos!!, en el horizonte para asumir buena parte de la producción energética global.

No se nos escapa que hoy por hoy estas fuentes no pueden asumir la totalidad del consumo energético y que su asimilación como energías menos nocivas, aunque ni mucho menos inocuas (de ahí las aves migratorias que son degolladas en los aerogeneradores, el dragado de playas para contruir paneles solares, la alteración del ciclo natural del agua por parte de las hidráulicas, el aumento del precio de los alimentos por destinar parcelas al cultivo de cereales para obtener biodiesel o bioetanol...), debe ser progresiva y aparejada a un viraje de mentalidad en la población.

Los decrecentistas añadimos que estas no representarán jamás un porcentaje mayoritario del mix energético si nos disminuimos en consumo total de energía. Y es este ahorro, que comienza por uno mismo (la autocontención), el que impedirá que tengamos que seguir inaugurando plantas nucleares, cuyos desechos aún no sabemos donde colocar (de ahí, por ejemplo, el oscurantismo español sobre el emplazamiento atc para almacenar residuos radioactivos temporalmente) y que diariamente nos sorprende con fugas o actitudes negligentes, que la coyuntura geopolítica origine invasiones para obtener petróleo o gas (Irak, Venezuela, Osetia del Sur...) y un sinfín de situaciones difícilmente sostenibles.

Así que apliquémonos el cuento y edifiquemos una nueva ética comenzando por sus pilares más elementales: viviendo una vida más simple para que otros puedan simplemente vivir, en palabras del genial Mahatma Ghandi.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Dramático trasvase

Cada vez que enchufo el tubo catódico y observo la creciente preocupación del ciudadano medio porque, con la tan cacareada crisis de las tres esferas (ecológica, social y económica), no puede permitirse un consumo equiparable al que venía realizando de un tiempo a esta parte, no puedo menos que palidecer ante la desfachatez que ello supone para miles de millones de personas.

El drama, el verdadero drama, el que cada jornada nos cuesta vidas de inocentes, se produce diariamente con la "tranfusión" en condiciones precarias de individuos como los de la imagen adjunta, que se juegan su vida a una sola carta (todo o nada, que proclamaban los mods en los sesenta) en busca de un futuro digno, que no puede producirse en sus países de origen por diversas razones.

¿Los motivos de tal "trasvase"? El principal es obvio: que los norteños, tú, yo y tantos otros que vivimos en el "lado amable", estamos manteniendo una vida de lujo y dispendio a su costa. Como nuestro tren de vida parecía insalvable con los recursos que encontramos en los territorios adyacentes (pese a su abundancia), decidimos emprender la vía del colonialismo para extraer, e incluso esquilmar en ocasiones, todo aquello valioso de que "ellos" disponían y que nos permitía refrendar nuestro modo de vida (petróleo, gas, metales...).

¿Es esa la única razón? Ciertamente no. Como ya comenté en su momento, las políticas proteccionistas (aranceles y subsidios agrarios), que garantizan el "dumping económico" (que un producto europeo sea vendido a un coste inferior que uno local); la transferencia de ayuda oficial al desarrollo, que termina por ser mal administrada por una minoría receptora y que redunda en el hecho de que los cultivos locales no puedan competir con las prestaciones occidentales; el caciquismo de los prebostes africanos, buena parte de ellos testaferros de compañías transnacionales y gobiernos europeos, que no reparten equitativamente los recursos y mantienen enfrentada a la población por banalidades; las promesas de un panorama menos sombrío a través de los "media" y la publicidad, la reciente directiva europea de retorno de inmigrantes, el racismo y la discriminación latentes...y la lista suma y sigue.

Así las cosas, cuando tu vida y la de los tuyos pasa por cruzar un mar, pues a veces no queda otra opción que jugarse el pellejo, con las nefastas consecuencias que esto traerá consigo. Y entonces comienza el camino heroico, a ciegas y en no pocas ocasiones desolador y sin retorno, que sí supone un verdadero drama y no el capricho de acceder a una vida aún mejor, que a menudo vivimos como una frustración.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Ecoaldeas, las villas decrecentistas

Puede que la realidad del decrecimiento pase por abandonar parcialmente la formulación de su teoría (esbozada en artículos y obras de autores como Serge Latouche, José Manuel Naredo, Joaquim Sempere, Joan Martínez Alier, Nicholas Georgescu-Roengen o en "Objetivo Decrecimiento"), o más bien de su matriz de infinitas posibilidades y abordar efectivamente la realización de un praxis coherente con esta.

Recientemente tenía lugar en la región leonesa de El Bierzo una nueva puesta en común de los conocimientos, experiencias y saberes de algunas de las ecoaldeas que han ido estableciéndose a lo largo de los últimos lustros en la piel de toro. No estaban todas las que eran (unas quince según Global Ecovillage Network), pero sí eran todas las que estaban, hasta totalizar las seis (Matavenero y Poibueno en León, Lakabe en Navarra, Valle de Pinos de los Condes en Ávila, Valle Sensaciones en Granada y Valdepiélagos en Madrid) que conforman la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE), cuyo logotipo se asemeja sospechosamente a la perspectiva occipital de una concha de caracol.

Pero la duda razonable puede surgir, ¿qué es una ecoaldea? Pues un proyecto sostenible de vida en común en el que la idea primordial es fructificar una convivencia armónica con el entorno, tanto con el resto de habitantes que la pueblan, como con el ecosistema en que esta se encuentra.

En este sueño colectivo cada opinión importa, por lo que la adopción de decisiones es consensuada y se actúa en coherencia con la observación y aprehensión del medio, desarrollando trabajos de permacultura, horticultura y ganadería ecológica, bioconstrucción con ahorro y energías renovables, crecimiento espiritual, dinamización de la comunidad rural, terapias alternativas de curación, cooperación, educación libre autogestionada, economía social...el espectro de miras es amplio y las posibilidades a emprender innumerables considerando en todo momento principios como la igualdad, la solidaridad o el respeto.

El floramiento de este tipo de iniciativas y el establecimiento de una red o xarxa de municipios sostenibles ecológica y socialmente supone un piedra de toque al actual metabolismo urbano-industrial, absolutamente desligado de la naturaleza y sus procesos productivos.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La tierra ¿patrimonio de la humanidad?

Con absoluta prepotencia, los humanos nos erigimos acción tras acción, elección tras elección y conducta tras conducta en amos y señores de un entorno, la biosfera como "parcela" habitable del planeta, que creemos nuestra posesión y al que colocamos la "bendita" etiquetada de patrimonio natural (del latín patrimonium, que se empleaba para designar los bienes y derechos heredados de una generación a la generación siguiente).

Y sentadas estas premisas y conscientes de nuestra "reputada" situación de supremacía antropocéntrica sobre el resto de especies que habitan idéntico medio (adhiriéndonos a la supervivencia del más apto, que propugnaba el tantas veces idolatrado Charles Darwin), nos arrogamos el derecho de hacer con este entorno y sus capacidades para sustentar vida lo que sencillamente nos plazca, sin atender a consideraciones racionales o a conceptos como la sostenibilidad de nuestro modus vivendi.

De esta manera, hacemos un uso desmedido de recursos no renovables atesorados en la corteza terrestre durante milenios como los minerales, los metales o las energías fósiles; extraemos recursos que son renovables a un ritmo marcadamente superior a su capacidad intrínseca de regeneración en el caso de los recursos pesqueros o agrarios; nos expandimos con un ansia inusitada abnegando las potencialidades de territorios por comodidad o para maximizar los beneficios económicos; domesticamos, comercializamos, experimentamos o aniquilamos especies según el grado de utilidad que percibamos en estas...y, en resumidas cuentas, realizamos un uso torticero, caprichoso y deplorable de nuestra oikos (casa) y de los recursos que en ella se encuentran, moldeándola a nuestro arbitrio y procurándonos un futuro tenebroso e impredecible.

Y como esto ocurre como un complejo metabólico, que no es sino un sumatorio de las irresponsabilidades individuales trasladadas globalmente a la población, pues nos escudamos en el conjunto y en la demagogia del voto piadoso y la cantinela de "si no cambian la industria y la política, ¿por qué habría de hacerlo yo?" y sembramos una semillita más de orgullosa inoperancia y absurdez supina para abundar en el destrozo ambiental y en la brecha social, con lo que nos posicionamos como un tornillo más del engranaje destructivo. Admirable, ¿no creen?

martes, 2 de septiembre de 2008

Consumo de vida

Admitámoslo: nos hemos enzarazado en una batalla que no conduce hacia ningún fin loable.

Queremos vivir cómodamente, con todo lujo de detalles (móviles multifunción - con cámara con escasa resolución, melodías para escuchar de ínfima calidad sonora, jueguecitos para matar los entretiempos...-, internet con una velocidad insuperable de transferencia de datos, televisión de tropecientos canales - la mayor parte de ellos publicitarios-, coches sobreequipados que prácticamente piensan por nosotros, cruceros por el Mediterráneo con barra libre de absolutamente todo, proyectos de viajes al hiperespacio...), sirviéndonos para ello de las incomodidades de otros (los llamados "tercer y cuarto mundo", la indigencia y la pobreza y el medio, ese gran desconocido) a los que miramos con un desdén prepotente, al fin y al cabo suponemos que alguien debía resultar damnificado en este juego irresponsable.

Queremos destacar, ser más e incluso tener más que nuestro vecino, pero ¿realmente somos libres y felices? ¿Es acaso discutible la dualidad tener más-vivir mejor?

Mírate con espíritu crítico. Los medios, sindicatos, partidos y comités de empresas te asedian con el discurso de la productividad. Se supone que trabajar con mayor intensidad nos liberará más tiempo para disfrutar de nosotros. Así que nos empeñamos en llevarlo a cabo hasta sus últimas consecuencias: trabajamos a destajo, completamos horas y días extras y tratamos de parecer serviciales y dóciles con quien nos paga. Al fin y al cabo, hasta los animales domesticados saben que no es muy inteligente morder la mano que nos da de comer. A cambio, de acuerdo, tenemos a nuestra disposición un privilegio como asalariados: el sueldo, la nómina a fin de mes. Pero, ¿nos permite ello vivir holgadamente y ser felices? Sincerémonos: rara vez.

Entre todos nos hemos procurado mayores facilidades para llevar a cabo nuestras rutinas, pero a cambio nos ha quedado una hipoteca que pagar, un coche con un seguro por satisfacer, en algunos casos incluso una educación y una sanidad privada para nuestros hijos, una persona que se encarga de realizar las tareas domésticas y de cuidar a los niños o ancianos, una suscripción al gimnasio...si continuas la saga añadiendo factores, posiblemente te hayas percatado que te resta bien poco para gozar y realizarte plenamente, tanto en términos monetarios (que así se entiende la gente), como temporales.

Entonces, ¿ha merecido la pena llegar hasta donde hemos llegado? Recuperando nuevamente una cita de mi admirado poeta Linton Kwesi Johnson, "the answer lies at your own gate" (la respuesta se encuentra en tu propio cercado).