jueves, 2 de octubre de 2008

El "no" virtuoso

Me preguntaréis porque diserto tanto sobre un cambio de modelo económico, social y ambiental y no ofrezco alternativas concretas del día a día para llevarlo a cabo de un modo progresivo.

Podría dispersarme entre un marasmo de posibles respuestas o soluciones parciales a problemas cotidianos (intenta minimizar los viajes en avión o vehículo privado, no emplees bolsas de plástico, recicla, apoya el comercio y la producción de alimentos local, prioriza los sentimientos positivos, crea sin destruir, ama a tus semejantes...), si bien considero que la clave del asunto es tan sencilla como saber decir "no" a tiempo.

Y ese "no" por respuesta en modo alguno implica una oposición sistemática, antes bien, un "no" valiente y osado es la afirmación de que existe un camino en positivo que se opone de raíz a ese que nos plantean y que parece poco menos que incontestable, admitiendo que quizá no todo ese planteamiento inicial sea rechazable en su conjunto.

A cada uno de los individuos que formamos la sociedad se nos ha educado para aceptar con mayor o menor resignación el futuro que se nos depara y no para cuestionar cual es nuestro porvenir y por que es ese nuestro destino y no otro distinto. Así, se nos inculca con prontitud una sociedad de clases, en la que el maestro imparte (verticalmente) su lección al alumno en un marcado aprendizaje unidireccional y es ese maestro quien nos reprende cuando incumplimos su mandato. El alumno, recién iniciado en la sociedad, comprende bien temprano que debe ceñirse a su guión, estudiar, más bien memorizar, lo que otros deciden conveniente para él, cuando ellos estiman oportuno y del modo que asumen correcto y con ello pasa a desempeñar un rol servil a merced del resto de las personas y del sistema al mismo tiempo.

La asunción de este papel y el "sí" resignado nos acompañan a lo largo de nuestra trayectoria vital y muy especialmente en el ambiente laboral o comercial. Se nos enseña que esperan de nosotros y en qué medida hasta...que nos soliviantamos y plantamos un "no" por respuesta.

Ese "no" trae aparejada por lo general una desaprobación social: ceños fruncidos, retiradas de palabra, miradas de desdén, gestos de reprobación en definitiva. El coste de nuestro atrevimiento. Y sin embargo, ese "no" virtuoso es una valiosa lección de autodescubrimiento, de autonomía, de autoafirmación y de apuesta inequívoca por la libertad individual.

Ese "no" inconformista y transgresor es el que, implícita o explícitamente, enarbolamos quienes nos oponemos a este desacertado modelo economicista del "tanto tienes, tanto vales", que no es otro que un "sí" a vivir en armonía con otros seres y en un entorno en paz, a ser felices sin perjudicar a nadie en un mundo en el que todas las voces sean escuchadas y cuyo modo de vida no sea un discurso único y hegemónico.

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