Una sociedad inmadura y acrítica es un perfecto caldo de cultivo para la siembra de miedos, pánicos, temores y terrores.
Y desde luego resulta más dúctil y maleable para quienes nos gobiernan y no me refiero estrictamente a aquellos que figuran en las papeletas que vertemos a las urnas de metacrilato, puesto que éstos apenas tienen ya autonomía decisoria (soberanía) en comparación a los dirigentes de multinacionales, petroleras o entidades bancarias.
Cuando estos miedos se capitalizan con acierto, las personas nos convertimos en un sencillo juguetito en manos de nuestros mandatarios. Lo sabía la administración Bush, con su estratagema basada en erigirse en "padre protector" ante la espada de Damocles que suponía el terrorismo de corte islamista radical, del mismo modo que Kim Jong Il, el "amado" líder de la Corea comunista, cuando genera un estado de excepción perpetuo ante la inminencia de un eventual ataque norteamericano. Y por tomar un ejemplo más cercano, todos los gobiernos españoles (UCD, PSOE y PP) han sabido, en mayor o menor medida, polarizar el contexto político entre partidarios o detractores de ETA sin conseguir jamás resolver la controversia de fondo.
El sistema actual se sustenta en buena medida porque se presenta como el único discurso válido frente a la temible y acuciante amenaza que supone el adversario. Dicho enemigo puede ser ficticio o real, pero cuanto más verosímil se dibuje a éste, mayores son las posibilidades de que el discurso del miedo cale entre la población. Generalmente suele adoptarse como tal a una minoría por lo general inofensiva y opositora al "statu quo": los gitanos en Italia, el independentismo vasco en España o la disidencia en Cuba.
Frente a este desconcierto y pánico generalizado, sólo cabe una solución posible: conocer al otro mediante el diálogo y comprender la realidad desde las dos supuestas polaridades que nos plantean, de tal modo que podamos percibir el presunto problema en su justo grado. Esto es, que por lo general ni el lobo es tan fiero como lo dibujan, ni el cordero salvador tan inocente como se pretende y que además existe una paleta de colores intermedios entre el blanco nuclear y el negro defunción.
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