Los apóstatas de la religión del crecimiento, los decrecentistas o acrecentistas según Serge Latouche, no somos, al menos en su mayoría, unos utópicos que formulamos teorías sin orden ni concierto (principalmente porque la alternativa al crecimiento de la producción y el consumo no es única, ni excluyente). Al menos no en el sentido de ignorar cual es el momento histórico en que nos encontramos y que se debe exigir a cada cual para poder perpetuar la vida humana (y de otras especies) en la biosfera.
Somos conscientes de que la situación de apogeo comercial desencadenada a raíz de la revolución industrial, con la explotación desmesurada de las energías fósiles de obtención barata (petróleo, gas y carbón), está tocando a su fin, puesto que la carestía creciente de estas nos pone sobreaviso de su próxima esquilmación (la máxima producción anual -el cénit del petróleo o peak oil-, 74,3 millones de barriles de crudo, tuvo lugar en 2005 y desde entonces ha ido paulatinamente decreciendo coincidiendo con el alza en el precio del crudo de los 25 dólares el barril en 2003 hasta los actuales 100).
Por ello, consideramos perentorio que las energías fósiles que restan se empleen en reverter la dinámica petro-dependiente de la economía para poner a operar el sistema bajo un prisma de austeridad, con las energías procedentes de fuentes renovables (el sol, el viento, el agua y los excedentes agrícolas, si los hay), que hoy por hoy también son petro-dependientes ¡¡no lo olvidemos!!, en el horizonte para asumir buena parte de la producción energética global.
No se nos escapa que hoy por hoy estas fuentes no pueden asumir la totalidad del consumo energético y que su asimilación como energías menos nocivas, aunque ni mucho menos inocuas (de ahí las aves migratorias que son degolladas en los aerogeneradores, el dragado de playas para contruir paneles solares, la alteración del ciclo natural del agua por parte de las hidráulicas, el aumento del precio de los alimentos por destinar parcelas al cultivo de cereales para obtener biodiesel o bioetanol...), debe ser progresiva y aparejada a un viraje de mentalidad en la población.
Los decrecentistas añadimos que estas no representarán jamás un porcentaje mayoritario del mix energético si nos disminuimos en consumo total de energía. Y es este ahorro, que comienza por uno mismo (la autocontención), el que impedirá que tengamos que seguir inaugurando plantas nucleares, cuyos desechos aún no sabemos donde colocar (de ahí, por ejemplo, el oscurantismo español sobre el emplazamiento atc para almacenar residuos radioactivos temporalmente) y que diariamente nos sorprende con fugas o actitudes negligentes, que la coyuntura geopolítica origine invasiones para obtener petróleo o gas (Irak, Venezuela, Osetia del Sur...) y un sinfín de situaciones difícilmente sostenibles.
Así que apliquémonos el cuento y edifiquemos una nueva ética comenzando por sus pilares más elementales: viviendo una vida más simple para que otros puedan simplemente vivir, en palabras del genial Mahatma Ghandi.
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