"Por su mismo exceso, la "sobreinformación", se vuelve desinformación y se combina con la publicidad comercial y política para hacerse deformación, propaganda y manipulación. Es una verdadera empresa de intoxicación" (Serge Latouche, 2007).
Cada jornada nos zambullimos en este universo de la abundancia de palabras que es la red de redes, una expresión virtual/digital de la infinita información que nos asedia diariamente, estemos dispuestos a aceptarla o seamos absolutamente refractarios a la misma.
Este bombardeo desconsiderado, indiscriminado y sistemático de datos, al ser procesado y asimilado, torna la información en una poderoso arma de doble filo apta para ser manipulada al antojo de cada cual de cara a influir y condicionar a los receptores de dicho mensaje en su propio interés, generalmente económico. Me preocupa y, en cierta medida, me entristece que sean los medios de masas quienes se encarguen de formar la opinión del lego (y no a la inversa: que los periódicos y las radios muestren la voluntad inequívoca del pueblo), sin que éste plantee la menor oposición o apreciación crítica.
Un ejemplo cotidiano de ello son esas noticias que invierten su espacio en explicar profusamente el "qué" y el "cómo", sin preocuparse lo más mínimo por esclarecer el "por qué", la raíz en la que se fundamentan esos hechos, las motivaciones, las causas subyacentes.
Tomo un diario presuntamente de izquierdas y leo lo siguiente: "Detenidos 14 "anti-sistema" por disturbios frente a un hotel". De un modo sutil, el titular etiqueta a los intervinientes en una manifestación como contrarios al sistema sin explicar de qué trata éste o por qué se oponen al mismo, lo que posiciona al lector en su contra antes incluso de haber destripado la noticia.
Me incomoda el término anti-sistema, como a tantos otros opositores al actual estado de las cosas, porque no lo hacemos por despecho o enconamiento, sino por encontrar pertinente un cambio radical, sustancial y profundo hacia un nuevo sistema-matriz, que no es único ni excluyente, en el que predominen otros valores (amor, amistad, integración, solidaridad, apoyo mutuo, intercambio de conocimiento y saber, goce del momento, paz, ocio inmaterial) en detrimento de los que actualmente se potencian (egoísmo, zafiedad, privacidad, exclusividad, violencia, ocio material). Así que preferimos considerarnos "altermundistas" como ponentes de una realidad alternativa válida, que "antisistemas" con sus connotaciones nihilistas y viscerales.
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