Cada vez que enchufo el tubo catódico y observo la creciente preocupación del ciudadano medio porque, con la tan cacareada crisis de las tres esferas (ecológica, social y económica), no puede permitirse un consumo equiparable al que venía realizando de un tiempo a esta parte, no puedo menos que palidecer ante la desfachatez que ello supone para miles de millones de personas.
El drama, el verdadero drama, el que cada jornada nos cuesta vidas de inocentes, se produce diariamente con la "tranfusión" en condiciones precarias de individuos como los de la imagen adjunta, que se juegan su vida a una sola carta (todo o nada, que proclamaban los mods en los sesenta) en busca de un futuro digno, que no puede producirse en sus países de origen por diversas razones.
¿Los motivos de tal "trasvase"? El principal es obvio: que los norteños, tú, yo y tantos otros que vivimos en el "lado amable", estamos manteniendo una vida de lujo y dispendio a su costa. Como nuestro tren de vida parecía insalvable con los recursos que encontramos en los territorios adyacentes (pese a su abundancia), decidimos emprender la vía del colonialismo para extraer, e incluso esquilmar en ocasiones, todo aquello valioso de que "ellos" disponían y que nos permitía refrendar nuestro modo de vida (petróleo, gas, metales...).
¿Es esa la única razón? Ciertamente no. Como ya comenté en su momento, las políticas proteccionistas (aranceles y subsidios agrarios), que garantizan el "dumping económico" (que un producto europeo sea vendido a un coste inferior que uno local); la transferencia de ayuda oficial al desarrollo, que termina por ser mal administrada por una minoría receptora y que redunda en el hecho de que los cultivos locales no puedan competir con las prestaciones occidentales; el caciquismo de los prebostes africanos, buena parte de ellos testaferros de compañías transnacionales y gobiernos europeos, que no reparten equitativamente los recursos y mantienen enfrentada a la población por banalidades; las promesas de un panorama menos sombrío a través de los "media" y la publicidad, la reciente directiva europea de retorno de inmigrantes, el racismo y la discriminación latentes...y la lista suma y sigue.
Así las cosas, cuando tu vida y la de los tuyos pasa por cruzar un mar, pues a veces no queda otra opción que jugarse el pellejo, con las nefastas consecuencias que esto traerá consigo. Y entonces comienza el camino heroico, a ciegas y en no pocas ocasiones desolador y sin retorno, que sí supone un verdadero drama y no el capricho de acceder a una vida aún mejor, que a menudo vivimos como una frustración.
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