Admitámoslo: nos hemos enzarazado en una batalla que no conduce hacia ningún fin loable.
Queremos vivir cómodamente, con todo lujo de detalles (móviles multifunción - con cámara con escasa resolución, melodías para escuchar de ínfima calidad sonora, jueguecitos para matar los entretiempos...-, internet con una velocidad insuperable de transferencia de datos, televisión de tropecientos canales - la mayor parte de ellos publicitarios-, coches sobreequipados que prácticamente piensan por nosotros, cruceros por el Mediterráneo con barra libre de absolutamente todo, proyectos de viajes al hiperespacio...), sirviéndonos para ello de las incomodidades de otros (los llamados "tercer y cuarto mundo", la indigencia y la pobreza y el medio, ese gran desconocido) a los que miramos con un desdén prepotente, al fin y al cabo suponemos que alguien debía resultar damnificado en este juego irresponsable.
Queremos destacar, ser más e incluso tener más que nuestro vecino, pero ¿realmente somos libres y felices? ¿Es acaso discutible la dualidad tener más-vivir mejor?
Mírate con espíritu crítico. Los medios, sindicatos, partidos y comités de empresas te asedian con el discurso de la productividad. Se supone que trabajar con mayor intensidad nos liberará más tiempo para disfrutar de nosotros. Así que nos empeñamos en llevarlo a cabo hasta sus últimas consecuencias: trabajamos a destajo, completamos horas y días extras y tratamos de parecer serviciales y dóciles con quien nos paga. Al fin y al cabo, hasta los animales domesticados saben que no es muy inteligente morder la mano que nos da de comer. A cambio, de acuerdo, tenemos a nuestra disposición un privilegio como asalariados: el sueldo, la nómina a fin de mes. Pero, ¿nos permite ello vivir holgadamente y ser felices? Sincerémonos: rara vez.
Entre todos nos hemos procurado mayores facilidades para llevar a cabo nuestras rutinas, pero a cambio nos ha quedado una hipoteca que pagar, un coche con un seguro por satisfacer, en algunos casos incluso una educación y una sanidad privada para nuestros hijos, una persona que se encarga de realizar las tareas domésticas y de cuidar a los niños o ancianos, una suscripción al gimnasio...si continuas la saga añadiendo factores, posiblemente te hayas percatado que te resta bien poco para gozar y realizarte plenamente, tanto en términos monetarios (que así se entiende la gente), como temporales.
Entonces, ¿ha merecido la pena llegar hasta donde hemos llegado? Recuperando nuevamente una cita de mi admirado poeta Linton Kwesi Johnson, "the answer lies at your own gate" (la respuesta se encuentra en tu propio cercado).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario