Dicen de las urracas que son aves astutas, coquetas, con dotes para la comunicación, aunque desagradables en su graznido y que saben valerse por sí mismas, pero también depredadoras, carroñeras, egoístas y con una querencia especial por almacenar excedentes alimenticios y objetos brillantes, por los que sienten una especial predilección, en lugares sólo por ellas conocidos.
Y ciertamente, encuentro un elevado grado de similitud entre la actitud que este ave exhibe y el comportamiento diario de buena parte de los integrantes de nuestra especie.
En un contexto caracterizado por la competitividad de mercados, por la máxima de "más es mejor", por el "ser mejor que el vecino" a cualquier coste (mejor empresario, mejor atleta, con un puesto más relevante en la sociedad, con una novia más hermosa a ojos de los demás, con un sueldo más abultado y un vehículo más aparente...), buena parte de quienes nos rodean invierten un gran parte de su tiempo en parecer jóvenes y saludables, más aún las mujeres, a quien la sociedad en su conjunto somete a extraordinarias presiones. De ahí su coquetería en ningún caso reprochable, habida cuenta de la realidad de apariencias en que nos encontramos embebidos.
No es este hecho el que me quita el sueño, pues al fin y al cabo no participo de este juego inacabable y absurdo todo en uno. Me preocupa más el hecho de que nos obsesionemos con acumular compulsivamente alimentos y objetos. Es precisamente este compulsión enfermiza la que nos distancia de la equidad en el reparto de los recursos y la que abre una brecha con nuestro entorno, ambiental y social.
Parece evidente que cuando yo me hago con un objeto o alimento en propiedad, privo a otro individuo del "privilegio" que supone poseer dicho objeto o alimento. Hasta aquí, imagino que no habrá objeciones. Y que para la producción, por lo general industrializada y no artesanal en la actualidad, de dicho alimento u objeto debe extraerse materia prima sobre la que elaborarlo. Esa materia prima procede del medio y una vez "consumido" el producto, pasará a engrosar el listado de desperdicios. Si el coste económico de dicho producto es bajo, puede deberse a la abundancia de la materia prima o a lo barato de su elaboración.
Y es aquí donde radica un problema fundamental. Si la materia prima es barata, puede deberse a que a) es abundante en el entorno cercano o b) no incorpora los costes de su no-reemplazo en el medio o sus costes reales de extracción y distribución. Lamentablemente, en un entorno tan intervenido como el actual "libre mercado", subvencionado hasta la saciedad, suele producirse esto último, con las inevitables consecuencias que trae aparejada: pobreza, saqueo y agotamiento de recursos...
Si lo que resulta económico desde la perspectiva del productor es la elaboración y no la procedencia de la materia prima, probablemente se deba a que a) la mano de obra es barata y las condiciones de los trabajadores deplorables (inseguridad laboral, explotación, trabajo impagado...) o b) el producto es deficiente en calidad. Si el producto es de calidad, puede deducirse que el perjudicado directo de lo económico del producto es el trabajador.
...por lo que cuando adquieres un producto por el mero hecho de tenerlo en propiedad a pesar de no dotarlo de un uso práctico, contribuyes a empobrecer el medio extrayendo sus recursos y a abundar en las injusticias y desigualdades sociales.
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4 comentarios:
Esto que cuentas amigo mío, también has de aplicarlo al coleccionismo discográfico. Tener por tener, aumentar la colección por el placer de tenerla.
Yo como tú me veo en este dilema y creo haber llegado a un compromiso entre disfrutar de la música y no convertirme en consumidor coleccionista. La solución vendría por los fondos fonográficos públicos o compartidos, donde la comunidad puede disfrutar del bien artístico sin necesidad de poseerlo. A la vez el artista puede ser retribuido por su trabajo si es su deseo (es decir no ha licenciado su obra con una licencia Creative Commons).
Lo dicho, aplícate el cuento y empieza a decrecer en tus posesiones!
Pues tomo nota de ello ciertamente, aunque de un tiempo a esta parte mi colección sólo se incremente cada vez que me remiten un promo.
No suelo pasar por las tiendas más que para pillar entradas y quizá alguna revista o libro que no se encuentra editada en pdf.
La solución pasaría quizá por empezar a regalar lo que ya poseo, pero sería inevitable que con mis objetos se fueran anécdotas, vivencias y recuerdos de otros tiempos.
No creo que debas regalarla, como decía en mi primer comentario se trataría más bien de hacer un fondo público con las aportaciones de todos. Así tu podrías seguir disfrutando de ellas y a la vez disfrutarías de las de otros, y los otros de las tuyas.
El problema como siempre es ¿dónde, cómo, la legislación lo permite?
A mi me gustaría llevar a cabo esta idea.
Pues cuenta con mi aportación. Entre lo tuyo y lo mío y lo de quien quisiera sumarse, podría lograrse un archivo fonográfico interesante. Sabía que era una idea tuya que viene de lejos, pero si finalmente la pones en marcha, cuenta con mi catálogo.
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