¿Qué os sugiere la palabra democracia? Me imagino que a cada uno de vosotros la mención de dicho término os infundirá un pensamiento determinado, que oscilará entre las siglas de un determinado partido y sus representantes institucionales, la imagen de una mano depositando un voto en la urna transparente de metacrilato y habrá quien, más cultivado, acudirá a la imagen del consejo de sabios griego o al recuerdo nostálgico de la transición.
Bien, pues siento disentir de estas percepciones, puesto que para mí el símbolo más intrínsecamente representativo de esta radica en un conjunto de personas sentadas en círculo (me parece fundamental que los intervinientes puedan verse el rostro e interpretar la comunicación no estrictamente verbal del resto de intervinientes), que debaten/discuten sus ideas y pareceres de un modo ordenado, con respeto al turno de palabra de cada cual, atendiendo detenidamente a todos los intervinientes y cuyas decisiones se adoptan a mano alzada y por consenso de todos, considerando e incorporando el parecer las posiciones minoritarias. Así, no sólo cada persona tiene una voz en su turno de palabra, sino también un voto al alzar su mano y una influencia directa en la decisión adoptada por consenso, puesto que no se ignora su opinión.
Hay quien a esta determinada forma de democracia, exquisitamente respetuosa con las minorías, la llama forma asamblearia de funcionamiento. No es mi intención entrar en disquisiciones terminológicas, por lo que asumamos que el proceso arriba descrito se trata de una asamblea o democracia directa u horizontal.
Y aún así, la citada asamblea se me antoja excesivamente breve para explicar lo que el vocablo democracia simboliza para mí. Aunque pueda sonar excesivo o pretencioso, democracia es ayudar a quien no tiene recursos para salir adelante a establecerse dignamente repartiendo los recursos con equidad y justicia, solventar asuntos cotidianos y potenciales que aunque no nos atañan directamente, lo pueden hacer indirectamente, considerar la posición de otro individuo (empatizar) para actuar de tal modo que no interfiera en su "modus vivendi", valorar a cada persona en su justa medida e incorproar su opinión en la toma de mis decisiones, plantear la economía en función de un nuevo orden social y este orden social conforme a las limitaciones del ecosistema global...
...y así la democracia se aleja sospechosamente de la absurda creencia de depositar un sobre en un recipiente de metacrilato cada cuatro años para elegir a tal o cual representante local, regional, estatal o europeo o emitir un sí o un no en un determinado referéndum o plebiscito sin expresar nuestra opinión con palabras y gestos y se aproxima innegablemente a las praxis responsables de los quehaceres cotidianos.
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