Si descontamos las infraestructuras de transporte o relacionadas (puertos y aeropuertos, autovías y autopistas terrestres, aéreas y marítimas, gasolineras y áreas de servicio...), los espacios habilitados para el consumo (super e hipermercados, complejos turístico-hoteleros, oficinas...) y todo el entramado comunicacional (pantallas, cableado, ondas...), lo resultante es el espacio en el que podemos disfrutar de la vida en su máximo esplendor, la "vida total" que clamaban los mods, siempre que así nos lo propongamos.
¿Por qué descartar entonces toda esta ristra extensa de entornos? Pues básicamente porque en ellos no puede disfrutarse de la existencia en plenitud, porque no guardamos hacia ellos ninguna clase de aprecio o una relación personal, no nos representan identitariamente, ni suponen atavismo histórico alguno.
Antes bien, son "habitáculos" más o menos amplios e inocuos en los que se circula sin detenerse en exceso a preguntarse el porqué de su existencia, sin comprometernos o involucrarnos en nuestro fugaz paso por ellos y, por lo consiguiente, no podemos mostrarnos tal y como somos desplegando nuestra personalidad porque no tiene sentido hacerlo. La propia sociedad así lo ha establecido como un códice cultural más. Y nadie se cuestiona que pueda ser de otro modo más "humano" y "personalizado".
¿A quién se le ocurriría ponerse a hacer el amor en medio de la Gran Vía o a bailar hasta la extenuación en un centro comercial o en un ascensor? ¿Y guardar algún tipo de afecto hacia una pantalla de ordenador? ¿Quién puede creerse singular por cumplimentar un itinerario turístico que repiten sistemáticamente cientos de miles de personas? Si pruebas a identificarte con alguna de estas actitudes, tus conciudadanos apenas titubearán en el diagnóstico: te estigmatizaran con un "este tipo está zumbado" en el mejor de los supuestos (en otros te ingresaran directamente en un hospital mental o en un centro penitenciario) porque no habrás atendido los convencionalismos sociales.
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