- Aiss, el silencio, cuanto lo extraño.
- Siempre fuiste un nostálgico Juan. Además, bien sabes que el silencio no existe. Es fruto de la invención humana. Un artificio imaginario.
- De veras que no comprendo que tengamos que renunciar a este pedacito de libertad para poder oir aullar el rugido de un motor, el sonido de un claxon impaciente, la molesta fricción de un neumático contra el asfalto o el alarido desesperado de un conductor.
- Y ahora encima tratas de poner trabas al progreso. La sociedad ha avanzado mucho, sabes. No podemos poner diques al mar. Sería como negarnos a nosotros mismos.
- No, no van por ahí los tiros.
- Entonces, ¿por qué ese ansia por acallarlo todo?
- Eso que dices es incierto. Siempre he sido partidario de que la gente se exprese en libertad. Pero la libertad de uno expira con el comienzo de la de su prójimo. Y los automóviles actúan como una apisonadora, imponiéndose al ciudadano allá donde se les antoja.
- Pura palabrería. Frases hechas sin más.
- Además, tratas de desviar el discurso. No niego el uso de la palabra, tan solo pido que el run run del motor no termine por negarnos una vida digna y saludable a las personas.
- Te opones al automóvil por sistema. Tus palabras destilan un nihilismo bastante oscuro.
- Al contrario, lo que trato de de abogar por un uso racional del mismo. En realidad a lo que me enfrento es a ese sistema del que el automóvil es una pieza más del engranaje. Un emblema nada más.
- Pero, ¿qué alternativa propones entonces?
- Mira, hay opciones muchos más saludables que el vehículo a motor. Está la bicicleta, el ferrocarril, la tracción animal que deberíamos recuperar. Incluso caminar o correr, según las necesidades. La contaminación acústica de estos mecanismos es considerablemente menor, no emiten apenas gases y son más respetuosos con el entorno. Claro que nos exigen invertir un mayor tiempo y esfuerzo personal y hay quien no quiere asumirlo.
- Y entonces, ¿los ancianos o los que viven alejados de la ciudad?
- Para aquellos que no pueden permitirse emplear otros modos de transporte está el coche. Es una alternativa puntual y limitada, porque el petróleo lo es dado que sus yacimientos tienen fecha de caducidad. Al fin y al cabo, nos tocará cambiar de modos de transporte y hacerlo cuanto antes nos liberará del shock.
Nota: esta entrada está dedicada a todos aquellos que habitan las grandes ciudades, conglomerados de ruido como consecuencia de una sociedad altamente industrializada y en la que el vehículo a motor (autobuses, coches, motocicletas) campa a sus anchas causando estrés, enfermedades, atropellos y muy especialmente a los madrileños, medio millón de los cuales experimentan día tras días niveles acústicos (superiores a 65 decibelios) desaconsejados por la Organización Mundial de la Salud según el mapa acústico recientemente publicado por el consistorio de la ciudad.
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