miércoles, 18 de junio de 2008
Disvalores
Y cuando las cosas del alma
no se toman tan en serio,
y los mundos se reducen
a cuestiones de dinero
¡la vida pierde el sentío,
y pierde los argumentos!
los hombres empequeñecen
y se sienten como los cerdos
Aprovecho la tonada "La lluvia y más cosas del alma" de Quinto Parpadeo, cuyo bajista fue compañero mío de pupitre por cierto, para señalar la vital trascendencia que tienen esos intangibles a los que el tema se refiere como las cosas del alma: la singularidad de un gesto en un encuentro espontáneo con un desconocido, el abrazo a un ser querido tras un tiempo sin reencontrarse mutuamente, la paz que proporciona un atardecer en compañía de una mujer hermosa que te ama, la caricia de un amigo que procura un alivio en tu pena, la transmisión de conocimientos útiles en el día a día, un intercambio fugaz de miradas de complicidad, un beso de reconciliación tras una riña sin sentido, el cuidado atento de un nieto a su abuelo, el placer de contemplar un paisaje inhóspito, la paz de nadar entre aguas cristalinas con peces y corales a tu alrededor, el remanso de quietud al pasear por un sendero arbolado con los jilgueros entonando melodías, la satisfacción de saberse querido por tus allegados...todas estas sensaciones no computan en el recuento del Producto Interior Bruto.
Son disvalores: es complejo, por no decir imposible, cuantificarlos en términos monetarios (moneda contante y sonante) y su pérdida es difícil de ser reemplazada. Son esos momentos, vivencias y relaciones que hacen que la vida merezca ser vivida y explorada en plenitud.
Y si estos incuantificables no se incorporan a un indicador como el PIB, ¿qué sentido tiene aplicar este como indicador del bienestar humano?
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