domingo, 22 de junio de 2008

Viviendo en artificial

Preguntados acerca de si consideran que los bancos de biodiversidad (no existen tales bancos, sino bancos de datos de biodiversidad) o de semillas (de germoplasma en realidad, puesto que incluye a su vez las esporas, unidades reproductoras de vital importancia) que se están creando son útiles, los recién premiados (por la Fundación BBVA) científicos Harold Mooney y Peter Raven respondían que esta idea es fruto de la desesperación ante la pérdida de biodiversidad, aunque Raven puntualizaba que es mejor tenerlos si en un futuro tenemos que recuperar especies extinguidas.

Es cuanto menos elocuente que los dos ancianos científicos hayan convergido en la opinión (los sabios tienen el mismo derecho de hacerlo que los "opinadores profesionales" de los mass media o los "científicos" mercenarios al servicio del modelo industrial de producción, aunque no estemos habituados) de que el llamado "modelo zoológico" es un intento a la desesperada de conservar intacto el futuro de nuestra especie.

Pero, ¿de que sirve preservar la diversidad de formas de la vida fuera de su entorno si no es para garantizar nuestro provenir?

Hace tiempo que nos alejamos de la naturaleza, migramos a las ciudades (500 millones de personas viven en las 16 principales megalópolis mundiales) y comenzamos a añorar una vida en sintonía con la medio. Entonces, surgieron los zoológicos y viveros, amaestramos especies, afloró el ecologismo como movimiento que clama por un retorno a los orígenes, comenzamos a sufrir enfermedades emergentes como las dichosas alergias...todas ellas, entiendo, llamadas de atención de nuestro organismo en añoranza por una vida menos artificializada.

Aislarnos del medio que nos proporciona alimento, nos distanció de sus procesos productivos, generó un conjunto de generaciones que apenas nada conocen sobre lo que acontece más allá de las grandes superficies comerciales y que se obstinaron en coleccionar como objeto de culto especies animales, muchas de ellas exóticas (iguanas, cacatúas) y de las que pronto se cansan y abandonan.

Si no habíamos tenido suficiente con enjaular a nuestra especie, lo hicimos extensivo a otras, que nada habían hecho para merecerlo. Y así rendimos culto al lobo domesticado o perro como animal de compañía, aplaudimos embobados la gesta de un señor con traje de luces que ensarta una espada en el lomo de un toro criado en cautividad, celebramos con algarabía lanzamientos y torturas contra ovejas, cabras y el citado toro de lidia...y elevamos nuestra ignorancia al altar de la estulticia.

Y mientras tanto, las especies fueron cayendo, fuimos perdiendo la diversidad de formas de la vida (se ha extendido la opinión de que el planeta atraviesa su sexta extinción masiva) y como en la célebre cita de Martin Niemoller, mal atribuida tradicionalmente a Bertolt Brecht, algún día quizá nos percataremos que "cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar".

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