Gente que arruinada mentalmente cambia el rumbo del mundo
y dando tumbos fabrica guerras a su medida
gobernando sin razón disponen de una nación y de una bala perdida.
Manejando la opinión de gente desconocida
están vendiendo un mundo de U.S.A. y tira.
Un planeta desechable sin póliza de seguros y envase no retornable.
Comerciantes de personas tened cuidado
donde las dan las toman.
Nadie responde y ese silencio ACU.S.A. a cada hombre.
Gente que ABU.S.A. y U.S.A. como EXCU.S.A. la asamblea de las naciones
que esa bala perdida se clave en la mitad
de la frente del hombre de U.S.A. y tira.
La Iglesia baja la cabeza, se santigua y suspira
dinero, más que la gravedad mueves al mundo
produces más basura en un segundo de la que cabe en ningún basurero,
nada puede oponerse a tus sucios planes
haces de cada hombre un pordiosero que mata,
engaña y roba por tu nombre.
Acabarás comprando el mundo entero.
¿Elocuente verdad? Danza Invisible ya lanzaba semejante soflama anti-imperialista en el tema "U.S.A. y tira" de 1991, un alegato contra el dominio hegemónico de una nación que, en su obsoluto desprecio por la diversidad cultural y natural, se arroga el derecho a invadir naciones (Iraq, Vietnam, Irán...), embargar la vida de las personas (Cuba, la complacencia en Palestina) e imponer su modelo de consumo basura de bienes obsolescentes y comida rápida en los lugares más remotos.
Aunque se refiere al modelo estadounidense, lo cierto es que encierra citas, que merece la pena ser analizadas.
Por ejemplo, ese fragmento en el que dice "un planeta desechable, sin poliza de seguros y envase no retornable". Los economistas occidentales llevan años enclaustrados en el pensamiento de que la tecnología solucionará los múltiples desbarajustes y daños que hemos ocasionado en nuestro planeta. Y ciertamente, puede que sea así, pero en una medida tan pequeñita, que apenas podremos apreciarla. Los avances de la ciencia nos pueden ayudar a minimizar el daño infringido, pero mientras no cambiemos de conducta y reduzcamos los patrones de consumo de bienes y servicios materiales, difícilmente podremos recuperar el entorno que habitamos: una (bio)esfera capaz de generar determinados recursos y de absorber una cantidad limitada de desechos. Ni uno más, ni uno menos. El resto irá en detrimento de nuestra calidad de vida y las de los seres con los que compartimos la Tierra. Por otro lado, una vez hayamos destrozado el planeta, no vamos a tener a quien reclamarle una indemnización, puesto que nuestras miras cortoplacistas, la cultura fugaz del envase de plástico, del sálvase quien pueda y el descuento hiperbólico del toma el dinero y corre, nos conducen irremediblemente a un callejón sin salida.
Cuando la lírica dice aquello de "produces más basura en un segundo de la que cabe en ningún basurero" se refiere inequívocamente a la cantidad ingente de desperdicios que genera un habitante estadounidense, cuya huella ecológica es de 9,6 hectáreas por habitantes frente a las 1,8 hectáreas bioproductivas de que disponemos según datos del informe Planeta Vivo 2006 de WWF/Adena. Es decir, si todos y cada uno de los pobladores del planeta realizáramos un consumo y generásemos los desperdicios de un estadounidense, necesitaríamos 5 planetas para mantenernos con vida.
Finalmente y como ha sido han venido actuando desde tiempo atrás, Estados Unidos ha decidido que cualquier pedacito de terreno puede ser de su propiedad con tan sólo invadirlo a golpe de bombardeo, saqueando sus recursos (léase reservas petrolíferas) e imponiendo a un mandatario afín (Nuri Al Maliki en Iraq, Hamid Karzai en Afganistan) con la gentil complacencia de los órganos que controla con su derecho a veto (ONU, FMI, Banco Mundial...).
Y evidentemente en este, como en otros casos, generalizar supone un error de bulto, puesto que no todos los americanos comparten las actitudes de sus gobernantes (sirva el ejemplo del conmovedor testimonio de Cindy Shenan, madre-coraje de un soldado fallecido en Iraq), pero sea como fuere, los habitantes del resto de países tenemos una responsabilidad enorme y debemos ejercer responsableemnte nuestro derecho a decir NO a semejante derroche de prepotencia y arrogancia.
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